Pero no dañes el aceite ni el vino (Apocalipsis 6: 6).
Y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino (Lucas 10: 34).
La unción del Señor es el Espíritu Santo, el vino es la fuerza de la unción. El vino es la Sangre del Cordero de Dios (Mateo 26: 27, 28; Marcos 14: 23,24; Lucas 22: 20, 1 Corintios 11: 25; Apocalipsis 12: 11). El Señor mismo aplicó aceite y vino en aquella que es su verdadera novia. Nos llenó con su Santo Espíritu, dándonos la fuerza del poder de su sangre, con la cual nos compró, nos redimió, santificó y purificó para sí mismo. Amén.
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