El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe (Apocalipsis 2: 17).
El maná escondido es la fe de la última dispensación de la gracia y la misericordia.
Los que tienen ya esta fe en sus corazones son los que ya alcanzan el testimonio de que agradan a Dios, como Enoc, que es la figura profética de los que serán arrebatados para las bodas del Cordero (Génesis 5: 21-25). Por la fe Enoc fue
traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso
Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a
Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11: 5, 6).
Yeshúa en la cruz renunció a su mente, a su corazón y a su alma; entregó todo su cuerpo en holocausto a Dios. Renunció a su espíritu y lo entregó a Dios. Por esta razón, Él es el autor y consumador de la fe. Entonces Yeshúa, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró (Lucas 23: 46).
Oiga al Espíritu: arrepentimiento y santidad. El arrepentimiento es la llave que abre las puertas para la santidad. Examine sus pensamientos a la luz de la Palabra. Examine su corazón, de allí proceden los pensamientos. Haga lo mismo que hizo el Señor en la cruz: renunció y lo entregó todo a Dios, su mente, su alma, su cuerpo y su espíritu. Amén.
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