jueves, 19 de julio de 2012

El sacrificio y la severidad del Señor


El sacrificio que expió nuestros pecados
He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies.  Contar puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes (Salmo 22: 14-18). Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres (Isaías 52: 14). Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Dios cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53: 3-6).
¿Quién es el prójimo? ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces El Señor le dijo: Ve, y haz tú lo mismo (Lucas 10: 36-37).
Yeshúa, eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derramó en tus labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre (Salmo 45: 2). Yeshúa, haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre (Salmo 45: 17).
A los ojos de los hombres, el Señor estaba desfigurado. Pero a los ojos de Dios, era el más hermoso de los hijos de los hombres. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos (Marcos 12: 30-31). Debemos amar al Señor como a nosotros mismos, porque el Señor es nuestro verdadero prójimo, aquél que tiene la verdadera misericordia de nosotros. Al hacer esto, aborreceremos el mal.


La severidad del Señor 
Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, Y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, Y echas a tu espalda mis palabras. Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu parte. Tu boca metías en mal, Y tu lengua componía engaño. Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos (Salmo 50: 16-21).
Abominaciones y prácticas abominables en medio de las ovejas: astrología, chisme, amuletos, murmuraciones, quejas, pleitos.
El otro evangelio, el de la apostasía:
Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos (Apocalipsis 2: 6, 14, 15, 20).
Las obras de los nicolaítas son las doctrinas cuyo fundamento es la metafísica. El camino de Balaam son los que practican doctrinas de demonios y las enseñan, como por ejemplo: confianza en amuletos, consulta a horóscopos. Todo esto debemos odiar, como el Señor odia.
La apostasía mata con la muerte espiritual, aquellos que están muertos espiritualmente tienen nombre de que viven, y están muertos (Apocalipsis 3: 1). Los mensajeros de la apostasía son enemigos del Señor. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Yeshúa. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con nosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia verguenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él. Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho (Judas 4, 10-16). Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema (Gálatas 1: 8-9).
Los rudimentos del mundo. Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (Galatas 4: 9). Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina del Señor, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Yeshúa, ése sí tiene al Padre y al Hijo (2 Juan 9). Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.  Y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío, éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Yeshúa, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno (2 Pedro 2: 1-3, 10, 12-15, 17-22).
La paciencia del Señor se acabó. ¿Qué escogerás, la vida o la muerte?

Y todo aquel que invocare el nombre del Señor (Yeshúa), será salvo (Joel 2: 32).  

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