El
sacrificio que expió nuestros pecados
He sido
derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como
cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas. Como
un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto
en el polvo de la muerte. Porque perros me han
rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis
pies. Contar
puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron
suertes (Salmo 22:
14-18). Como se asombraron de ti muchos, de
tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la
de los hijos de los hombres (Isaías 52: 14). Despreciado y desechado
entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que
escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió
nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido. Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Dios cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 53: 3-6).
¿Quién es el prójimo? ¿Quién, pues, de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces El
Señor le dijo: Ve, y haz tú lo mismo (Lucas 10: 36-37).
Yeshúa, eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se
derramó en tus labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre (Salmo 45: 2). Yeshúa, haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las
generaciones, Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre (Salmo 45: 17).
A los ojos
de los hombres, el Señor estaba desfigurado. Pero a los ojos de Dios, era el
más hermoso de los hijos de los hombres. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Este
es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos (Marcos 12: 30-31). Debemos
amar al Señor como a nosotros mismos, porque el Señor es nuestro verdadero
prójimo, aquél que tiene la verdadera misericordia de nosotros. Al hacer esto,
aborreceremos el mal.
La
severidad del Señor
Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis
leyes, Y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú
aborreces la corrección, Y echas a tu espalda mis palabras. Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros
era tu parte. Tu boca metías en mal, Y tu
lengua componía engaño. Tomabas asiento, y
hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de cierto
sería yo como tú; Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos (Salmo 50: 16-21).
Abominaciones y prácticas abominables en medio
de las ovejas: astrología, chisme, amuletos, murmuraciones, quejas, pleitos.
El otro
evangelio, el de la apostasía:
Pero tienes esto, que aborreces las
obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los
que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante
los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer
fornicación. Y también tienes a los que
retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa
mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar
y a comer cosas sacrificadas a los ídolos (Apocalipsis 2: 6, 14, 15, 20).
Las obras
de los nicolaítas son las doctrinas cuyo fundamento es la metafísica. El camino
de Balaam son los que practican doctrinas de demonios y las enseñan, como por
ejemplo: confianza en amuletos, consulta a horóscopos. Todo esto debemos odiar,
como el Señor odia.
La
apostasía mata con la muerte espiritual, aquellos que están muertos
espiritualmente tienen nombre de que viven, y están muertos (Apocalipsis 3: 1).
Los mensajeros de la apostasía son enemigos del Señor. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que
desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que
convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único
soberano, y a nuestro Señor Yeshúa. Pero éstos
blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se
corrompen como animales irracionales. Ay de
ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el
error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo
impúdicamente con nosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas
de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces
muertos y desarraigados; fieras ondas del mar,
que espuman su propia verguenza; estrellas errantes, para las cuales está
reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán,
diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos
los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las
cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él. Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus
propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para
sacar provecho (Judas
4, 10-16). Mas si aun nosotros, o un ángel del
cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea
anatema. Como antes hemos dicho, también ahora
lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido,
sea anatema (Gálatas 1:
8-9).
Los
rudimentos del mundo. Mas ahora, conociendo a
Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a
los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (Galatas 4: 9). Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina
del Señor, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Yeshúa, ése sí
tiene al Padre y al Hijo (2
Juan 9). Pero hubo también falsos profetas
entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató,
atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales
el camino de la verdad será blasfemado, y por
avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya
de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme. Y mayormente a aquellos que, siguiendo la
carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío, éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como
animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia
perdición, recibiendo el galardón de su
injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son
inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en
sus errores. Tienen los ojos llenos de
adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el
corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo
el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la
tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con
concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían
huido de los que viven en error. Les prometen
libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido
por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las
contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Yeshúa,
enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor
que el primero. Porque mejor les hubiera sido
no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido,
volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro
vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno (2 Pedro 2: 1-3, 10, 12-15, 17-22).
La paciencia del Señor se acabó. ¿Qué escogerás, la vida o la muerte?Y todo aquel que invocare el nombre del Señor (Yeshúa), será salvo (Joel 2: 32).
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